El nuevo Donald Rumsfeld de Europa

Es casi seguro que las elecciones de la Duma rusa este diciembre consolidarán el poder de las fuerzas leales a Vladimir Putin. Es probable que el resultado confirme que el auge de Rusia es el tema más polémico en la Unión Europea desde que Donald Rumsfeld dividió al continente en “vieja” y “nueva” Europa. En los años 1990, a los miembros de la UE les resultó fácil ponerse de acuerdo en un enfoque común en cuanto a Rusia. Se unieron en torno a una estrategia de democratización y occidentalización de un país débil y endeudado.

Esa política ahora está en ruinas. Los altos precios del petróleo y el gas han hecho que Rusia sea más poderosa, menos cooperativa y que esté menos interesada en unirse a Occidente. Hoy los europeos ni siquiera se ponen de acuerdo en la naturaleza del régimen ruso, y menos aún en cuanto a qué política adoptar al respecto.

Parte de la confusión yace en la habilidad política de Putin. Por un lado, necesita maximizar su control de la economía y la sociedad para aumentar los salarios y las pensiones y mantener dominados a sus oponentes, al tiempo que alimenta el clientelismo que lo sostiene en el poder. Por el otro, la élite de Moscú –que teme que un futuro gobierno pueda expropiar sus bienes—quiere evitar el estatus de paria internacional para poder vivir sus últimos años en la seguridad de Occidente si llega a ser necesario.

Un grupo muy unido de consultores políticos ha contribuido a que Putin resuelva su problema. En lugar de establecer una dictadura, le ayudaron a Putin a utilizar las apariencias de una democracia liberal para consolidar su poder. Mediante el establecimiento de partidos políticos de oposición falsos que están bajo el control del Kremlin, la creación de pseudo grupos y organizaciones de presión como Nashi (“Nuestro”) y el replanteamiento del Estado de derecho como instrumento de poder político, Putin ha afianzado el control de manera más efectiva y sutil que muchos regímenes autocráticos. La posibilidad de que busque ser primer ministro para prolongar su mandato cuando termine su período presidencial es una continuación lógica de este enfoque.

Mientras que la UE no ha podido cambiar a Rusia durante la era de Putin, Rusia ha tenido un gran impacto en la UE. En materia de energía, está firmando acuerdos de largo plazo individualmente con algunos Estados miembros que socavan los principios centrales de la estrategia común de la UE. En lo que se refiere a Kosovo, Rusia está bloqueando los avances en las Naciones Unidas. En el Cáucaso y Asia Central, el Kremlin efectivamente ha excluido a la UE de las regiones en las que le interesa promover la reforma política, resolver conflictos y formar sociedades en cuestión de energéticos.

En Ucrania y Moldova, el Kremlin ha trabajado intensamente para disminuir la atracción que ejerce Europa, y ha tenido cierto éxito. A ojos de algunos de sus países vecinos, Rusia está surgiendo como una alternativa ideológica a la UE que ofrece un enfoque distinto hacia la soberanía, el poder y el orden mundial. Mientras que el proyecto europeo se basa en el Estado de derecho, Rusia cree que cuando cambie el equilibrio de poder las leyes deberán modificarse para reflejarlo.

SPRING SALE: Save 40% on all new Digital or Digital Plus subscriptions
PS_Sales_Spring_1333x1000_V1

SPRING SALE: Save 40% on all new Digital or Digital Plus subscriptions

Subscribe now to gain greater access to Project Syndicate – including every commentary and our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – starting at just $49.99.

Subscribe Now

Además, Rusia está tratando de construir una relación de “interdependencia asimétrica” con la UE. Mientras que los líderes de la UE creen que la paz y la estabilidad se construyen a través de la interdependencia, los líderes de Rusia están decididos a crear una situación en la que la UE necesite a Rusia más de lo que Rusia necesite a la UE, sobre todo en el sector de la energía.

Si bien el PIB de Rusia no es mayor que el de Bélgica y Holanda juntas y su gasto militar representa una fracción del de la UE, el Kremlin sistemáticamente ha logrado sacar la mejor parte en sus tratos con la Unión. El problema central es que los europeos han desperdiciado su fuente más poderosa de presión: la unidad.

Los Estados miembros están dividido entre los que consideran a Rusia un socio potencial al que se puede atraer a la órbita de la UE mediante un proceso de “integración furtiva,” y aquéllos que ven a Rusia como una amenaza cuyo expansionismo y desprecio por la democracia debe controlarse con una política de “contención suave.” Los últimos años demuestran que ninguno de esos enfoques funcionará.

Con el primer enfoque se corre el riesgo de dar a Rusia acceso fácil a todos los beneficios de la cooperación con la UE sin insistir en que se atenga a reglas estables. No obstante, la hostilidad abierta hará difícil que la UE obtenga la ayuda de Rusia para atacar toda una serie de problemas comunes –desde la contaminación ambiental y la migración ilegal, hasta la proliferación nuclear y el estatus definitivo de Kosovo.

A la UE le urge un nuevo enfoque: en lugar de intentar democratizar o contener a Rusia, la Unión debería conformarse con la meta más limitada de hacer de ella un socio confiable que se someta al Estado de derecho. Un enfoque común le dará a la UE muchas herramientas de presión poderosas para garantizar que Rusia cumpla los tratados y los acuerdos mutuos.

A nivel diplomático, los europeos podrían amenazar a Rusia con privarla del prestigio que obtiene mediante su participación en las cumbres del G-8 y entre la UE y Rusia. También deberían fijarse el objetivo de fortalecer la democracia y el Estado de derecho en el vecindario europeo estrechando relaciones con países como Georgia y Ucrania.

Asimismo, se debe aplicar presión económica. Los europeos deben someter a las inversiones rusas en los mercados de la UE a una vigilancia más estrecha y utilizar las leyes de competencia para abrir investigaciones sobre prácticas monopólicas y lavado de dinero en el caso de las inversiones que ya existen. Al mismo tiempo, los miembros de la UE podrían enfocarse en los intereses de los miembros de la élite del Kremlin, vigilando sus compras de activos occidentales, e incluso prohibir la entrada a la UE a quienes violen los derechos humanos.

Mientras la Unión Europea siga dudando entre la integración y la contención, el Kremlin la seguirá considerando débil y carente de dirección. Eso a su vez puede reforzar la seguridad de Rusia en sí misma.

https://prosyn.org/UKXQ8zbes